Si bien la reflexión psico-social está siempre presente en el cine de Hitchcock, Rope es una de sus películas con más contenido directamente filosófico. Recién terminada la Segunda Guerra Mundial, el mundo estaba sumido en un ambiente de incertidumbre y confusión, ya que los antiguos pilares de la civilización, la filosofía y la ciencia, se habían tambaleado gravemente no una, sino dos veces. En 1914, la primera gran guerra demostró la industrialización de la muerte, la capacidad del ser humano de encauzar su habilidad creadora hacia la más cruenta autodestrucción. La ciencia, que habría de llevarnos a la cúspide del desarrollo, reveló la posibilidad de ser aplicada en nuestra propia contra y masacrarnos por millones. Así mismo, el expansionismo nazi mostró una lectura de la filosofía nietzscheana que justificaba el más absoluto y despiadado racismo. La humanidad, otrora confiada en la posibilidad de asir el mundo y convertirlo en un lugar ideal a través de la razón, se vio de pronto en medio de un limbo de incoherencias y arbitrariedades que la llevó a un estado de desconfianza y miedo perpetuos. Es en este contexto sombrío en el que se genera Rope, aunque no hay que olvidar que la película está basada en una obra de teatro homónima de 1929, escrita por Patrick Hamilton y basada a su vez en el asesinato de un joven cometido en 1924 por Nathan Leopold y Richard Loeb. Si bien los orígenes del crimen real se remontan a mucho antes de Hitler, el hecho estético de la película de Hitchcock sí acaece luego de la guerra.
La trama de la película es estructuralmente distinta a la de la mayoría de las narraciones sobre crímenes y esto va en sincronía con la naturaleza del relato. En lugar de centrarse en aspectos intrigantes que pudieran deparar un desenlace sorpresivo, como la identidad del criminal, sus motivaciones o sus métodos, la película se ocupará de mostrar la particular actitud de dos jóvenes asesinos justo luego de realizar su acto. De hecho la primera escena muestra de entrada el asesinato y en las primeras secuencias se aclaran los motivos del mismo, por lo que no hay intriga posible a este respecto. Sabemos qué pasó, quién lo hizo y por qué. Pareciera que no hay más qué decir respecto a un crimen, pero precisamente es esta noción la que la película busca transgredir, pues no se trata de un crimen común. Es el “por qué” donde radica la diferencia, pues aunque este ha sido esclarecido desde un principio, es inevitable cuestionarlo y analizarlo.
Según Brandon y Phillip, la sociedad se divide en seres superiores e inferiores. El criterio de separación es el nivel intelectual. Ambos se consideran superiores, por lo que tienen derecho a transgredir las concepciones normales del bien y el mal, están por encima de esas concepciones, y en un afán de, más que probar, ejercer dicha superioridad, asesinan a un conocido, David, quien, según ellos, es inferior intelectualmente. Salta a la vista que aunque esto se afirme desde un principio, no es un móvil fácil de digerir por parte de la audiencia, quiénes inevitablemente se sentirán perturbados o incluso atemorizados ante semejante razonamiento. Es justo lo que ocurre con el señor Hentley, padre del muerto, cuando Brandon y el profesor Rupert comentan las ideas de Nietzsche sobre el superhombre. Su lectura se asemeja, como el mismo Kentley lo apunta, a la que hizo Hitler para fundamentar su régimen, coincidencia que no será bien recibida en ningún momento, mucho menos unos años después de finalizada la guerra. No obstante, Brandon manifiesta oponerse a la actitud exterminadora de los Nazis. Para él, y para Rupert, el asesinato es una manera de arte, por lo que no debe derrocharse. Es un acto “superior” que sólo debe ser practicado por seres superiores.
De esta manera, la película se desarrolla alrededor de lo que podríamos llamar una “filosofía del asesinato”, pues todos y cada uno de los actos de Brandon y Phillip se realizan en pro de expandir su acto y dotarlo de más sentido. Así, no solo dan una fiesta en la que la mayoría de invitados tiene que ver con David, sino que además sirven la comida sobre el baúl donde metieron su cuerpo y le regalan a su padre un atado de libros sujeto con la soga con que le dieron muerte. Cada acto referencia de forma sádica y críptica el asesinato, de modo que ellos, desde su supuesta superioridad, pueden contemplar cómo los demás, los inferiores, continúan con sus vidas normalmente, ignorando la realidad que sólo ellos dos conocen. El placer está en manipular la sociedad, desmontar sus más importantes códigos, subvertirlos, pervertirlos, y luego ensamblar todo de nuevo sin que se note. Como ellos lo llaman, “el crimen perfecto”.
La superioridad, para Brandon y Phillip, está en dar ese tan temido último paso, en cruzar ese último límite, pues nadie en realidad lo hace. Muchos piensan en matar pero muy pocos realmente matan. El profesor Rupert piensa e incluso teoriza sobre el asesinato, pero como su misma actitud al descubrir el crimen lo evidencia, jamás se atrevería a llevar a cabo sus ideas. Es importante notar la mencionada carencia de motivación normal o pragmática del asesinato de David. No hay dinero, venganza ni utilidad en hacerlo, simplemente satisfacción, la cual procede tanto del puro placer de matar como del hecho de practicar lo que nadie o casi nadie practica. Es una motivación totalmente artística.
En el aspecto técnico esta película resalta por el hecho que esté filmada aparentemente sin cortes. Según se dice, Hitchcock quería filmarla completa en una sola toma, pero se vio impedido a lograrlo por el simple hecho de que los rollos de película de entonces no superaban los diez minutos. Así, los cortes se redujeron al mínimo posible y solo ocurren cuando es estrictamente necesario. Esto obliga a los actores a un desempeño altamente preciso, puesto que la cámara filma ininterrumpidamente durante un tiempo inusualmente largo, lo que anula la posibilidad de pausas. Esta continuidad refuerza la noción de que se está siempre en el mismo espacio: la acción nunca se traslada del apartamento de Brandon y Phillip, lugar donde ocurrió el crimen. La ausencia de cortes eleva el realismo y propicia una mayor identificación de la audiencia con lo que está viendo. Así mismo, el espacio privado del apartamento representa la privacidad del crimen: solo sus autores lo conocen y su regocijo está precisamente en esa exclusividad. Sin embargo, alguien penetra su espacio: Rupert, tras una cuidadosa observación, deduce que algo tienen que ver los jóvenes anfitriones con la desaparición de David. Finalmente, mira dentro del baúl y confirma sus sospechas. Para denunciarlos, realiza un acto harto simbólico: abre la ventana y dispara al aire varias veces. Lo privado ha dejado de serlo, porque dejar impune un hecho como el acaecido sería destruir la sociedad, dejarla obsoleta. Arrepentido de sus pensamientos, Rupert se sienta a esperar que llegue la policía y enfrentar lo que venga con ella. Tal vez los jóvenes lo denuncien como una suerte de autor intelectual de su fechoría, pero él está dispuesto a esperar tranquilamente sentado. Un individuo es libre de actuar a su parecer, pero el límite de acción lo establece la sociedad. Quien se rebela contra ella, debe ser procesado. Al menos eso asumiendo que realmente sociedad sea sinónimo de civilización. A estas alturas, es difícil saberlo con certeza.